domingo, 23 de mayo de 2010

Titicut Follies






Titicut Follies

Dir. Frederick Wiseman / USA (1967)

Frederick Wiseman nos presenta un documental que, como es su estilo, está filmado en alguna institución. Esta vez, en su primera incursión como director, elige a una clínica para enfermos mentales considerados como peligrosos. El director desea mostrar la verdad de cómo son tratados estos hombres, las técnicas de recuperación que utilizan los doctores y hacer una crítica al sistema que piensa que con esos métodos les están haciendo bien. El punto de vista de Wiseman es observador pero crítico. Aún cuando se ha dicho que es uno de los seguidores del Direct Cinema, que tiene como singularidad una cámara observacional, Wiseman siempre se ha deslindado del término.

“Lo que intento hacer es montar las películas de forma que tengan una estructura dramática, razón por la cual rechazo hasta cierto punto el término cine observacional o cinéma vérité porque , para mí, el cine observacional connota el hecho de moverse por ahí considerándolo todo igual de importante, y eso no es cierto. Por lo menos yo pienso que esto no es cierto y que el cinéma vérité es simplemente un término pomposo francés que según mi opinión no significa nada”. Frederick Wiseman.

Wiseman nos presenta este lugar de encierro, claustrofóbico, y que una vez más (a diferencia de Depardon del que hablaremos más adelante) hace a la institución, como un todo, el protagonista de la cinta. En este hospital psiquiátrico, algunas veces no sabemos quién es el loco, a pesar de que los doctores quieren marcar su diferencia tratando a los enfermos como poco menos que animales, o si bien les va dirigiéndose a ellos de forma despectiva. Wiseman presenta el espacio con una gran noción de arquitectura, que nosotros como espectadores podemos fácilmente intuir dónde se encuentra cada espacio (salas, consultorios, baños, patio).



A pesar de que a Wiseman no le agrada la utilización del término cine observacional o direct cinema, es un hecho que la cámara es un testigo fiel de lo que sucede entre esas cuatro paredes. Utiliza la cámara en mano, gente y locaciones reales. Podemos escuchar las voces de los locos, y sentir la urgencia de la gente por relatar sus historias. El documental se estructura de forma tal que nos lleva a conocer todo el hospital como un organismo vivo, pero podrido. No nos lleva a conocer la historia de cada enfermo, sino que nos muestra a la institución como un aparato que funciona como un todo, doctores, enfermos, todos están haciendo algo mal; seguramente dejando fuera horas de grabación y de edición. El montaje dura mucho por la cantidad de material y la estructura final es el reflejo del trabajo de mucho tiempo. Esto hace que la película pueda tener saltos de tiempo. Wiseman hace uso del blanco y negro que le dá cierto naturalismo a la película con una cámara distanciada pero incisiva, detectivesca. Por momentos, se nota improvisación. Al no haber voice over, es una de esas cintas que involucra mucho trabajo de parte del espectador. Creo que los espectadores inteligentes disfrutan mucho más una película de Wiseman. (Los espectadores más emocionales preferirían una cinta de Depardon).

Wiseman hace un testimonio de lo mal que están las instituciones , analiza la mala administración de esos lugares, levanta el tapete donde se esconde todo el polvo. En aquellos años no había tantos avances en medicina y todos los pacientes con algún problema psicológico eran tratados como locos. Afortunadamente estos denominados manicomios cada vez son menos y cada vez más son tratados como seres humanos en las clínicas especializadas. Desgraciadamente, en lugares como el interior del país, hace falta mucho dinero para poder pagar tratamientos como éstos, no solo para remediar estos problemas, sino todas las enfermedades en general.

Hay una escena, la cual me parece aterradora, y es aquella donde comparan la preparación de un cadáver con el proceso de electroshocks. Pareciera que es el mismo hombre pero no estoy seguro. Lo que parece es que Wiseman lo hace a propósito para que así lo pensemos. Finalmente el cadáver es llevado en un ataúd expresando el discurso de que la única forma de salir de ese lugar, es estando muerto. Cabe mencionar que está película fue analizada por Milos Forman y su crew para la filmación de la película One flew over the coocko’s nest.




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