domingo, 31 de octubre de 2010

Fluxus y el cuerpo.

Es sólo un instante.

Así como Yoko Ono filmó ese pequeño fragmento de tiempo en el que pestañea, yo hice uso de la música para grabar el momento en que mi piel se enchina y vuelve a la normalidad. Primero esta la versión larga, enseguida la versión corta.


Piel Fluxus from Mauricio Calderón Rico on Vimeo.

Andy Warhol y el pop.

Pop es lo que tenemos detrás de las puertas de nuestras alacenas, closets, refrigeradores, etc. Warhol sacó los productos, no solo del supermercado, sino de nuestros estantes para llevarlos al museo. Las marcas, los anuncios, la publicidad es algo que ha estado por décadas en el mundo. A mucha gente le asquea, sin embargo todos somos esclavos del consumismo de alguna u otra forma. Hemos mamado de ello desde pequeños. Paradojicamente, las películas, que intentan ser un reflejo de la realidad, pocas veces muestran marcas de productos, puesto que no está permitido.


Detrás de la alacena from Mauricio Calderón Rico on Vimeo.

John Smith y la obsesión.

Vacío from Mauricio Calderón Rico on Vimeo.

domingo, 3 de octubre de 2010

Ken Jacobs y el flicker.

Ejercicio inspirado en Ken Jacobs.
Material intervenido de un comercial antiguo para TV.


Flicker from Mauricio Calderón Rico on Vimeo.


A la Ken Jacobs 2 from Mauricio Calderón Rico on Vimeo.

Stan Brakhage y el material intervenido





Fotografías. 35 mm intervenidas.


John Mekas y la observación

Voy a caer en el lugar común de mencionar que esta película no necesita presentación. Más que nada, es un poema visual. A pesar de que el sonido es esencial para envolvernos en una atmósfera, pareciera que la película funciona casi igual sin sonido. Se puede hacer uso de la imaginación e imaginar la música de Bach en el fondo, pero el hecho de sólo ponerle toda la atención a las imágenes hacen que éstas resalten aún más. Las actuaciones me parecieron más intensas y sensibles aún. Las imágenes, ahora en silencio, las recordaba muy bien, sin embargo, sin sonido, no logré recordar los diálogos. No sabía de que estaban hablando los personajes, sin embargo, esto demuestra que el director nos transmite lo más importante a través de imágenes. Algo que me llamo la atención fue cómo en algunos cuadros la temperatura de color cambia de un segundo a otro, efecto que no me percate otras veces que la he visto.





Este ejercicio sirve para valorar la fotografía de la película puesto que cada cuadro de ésta puede ser una bella imagen que por si sola funciona; aunque sirve también para valorar el sonido, pues es extraño no escuchar ese goteo cavernoso, el estruendo del piso al caer, el crujir de la madera, el reloj cucú, el viento entre los árboles, la voz del niño, el fuego en la cabaña, o la lluvia. Todas contenidas en una gran secuencia, pero puedo decir que las escuche viéndolas.






Observar la película sin sonido, hace que el montaje también se convierta en algo muy importante, pues la hechura resalta y se notan aun más los planos que se encuentran antes y después de cada cuadro. Por ejemplo en la secuencia final, la decisión del director sobre como insertar ciertas tomas es una gran lección de montaje.








Si un símbolo debe ser descubierto en una pintura mía, no fue mi intención. Es un resultado que no busco. Es algo que se puede encontrar después, y que puede ser interpretado de acuerdo al gusto.

Marc Chagall


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La Revolución


Empecé por observar la imagen en general. Hay mucha gente sobre un piso cubierto de nieve. Es de noche. Pareciera que todos quieren llegar a una loma donde dos personajes. Hay mucho rojo en la parte superior, ya sea de sangre o de banderas comunistas. Hago una abstracción y encuentro ejes competitivos que van de un lado a otro. Siento que no hay mucho que observar más en un plano general. Decido irme al detalle.

Decido comenzar desde abajo. Observo a un viejo con un rifle, con cierto aire militar. En sus pies hay una tumba. Y una gallina morada. Descubro más tumbas en la nieve, y en el suelo otro militar con la cabeza ensangrentada. Es toda una revuelta la que se gesta en las faldas de la montaña nevada. Hay muchos militares y uno que otro civil, a mi parecer. Sobresale uno de uniforme verde. Muy alto. La técnica del dibujo no es muy exacta, en realidad es bastante tosca. Hay una mujer desnuda con los pechos descubiertos, justo atrás de una madre con su pequeño hijo. Un militar sostiene una bandera roja que parece una gran arca donde van otras personas. Más banderas rojas. Hay muchas mujeres y la tonalidad de la luz es totalmente rojiza.

Al final, en la cumbre, hay un hombre de vestimenta azul sosteniendo una luz amarilla, como una antorcha. Atrás se ve un puente, en tamaño muy pequeño. Abajo de este hombre, hay otro montado en un caballo. El caballo es de madera, pues sus patas son una especie de escaleras. Bajo él hay un quinqué que alumbra a los dos personajes principales de la obra. Están en una mesa de madera. Uno, un anciano, está sentado en una silla. cargando un tubo color guinda. Este hombre me recuerda a Jesucristo. Si no supiera que la obra fue pintada hace mucho, podría decirse que habla por un teléfono celular. En la mesa hay un libro y una vasija. Aquí reflexiono acerca de la poca importancia que ya se le da al uso de la perspectiva, cuando el discurso es lo que importa más en la pintura. El otro hombre está parado sobre una mano encima de la mesa. De sus pies sale una bandera que me recuerda a la bandera rusa actual, pero con los colores en otro orden. A los pies hay una Tora desdoblándose.

En la esquina inferior derecha aparece una imagen que podría funcionar por sí sola. Hay mujer sentada con un velo azul, arriba un anciano judío. También hay otro militar con una bandera roja. Todos ellos velando el sueño de una mujer vestida de novia, que está acostada. Junto a la mujer hay un hombre, un obrero. Están bajo un pequeño techo rojo y enseguida, arriba de ellos, una mancha roja que se transforma en espiral amarillo y que me recordó mucho una forma que dibujé en una entrada pasada, en la del sueño recurrente. En el espiral se encuentra un violinista, arriba del techo rojo que alberga a los amantes. Me recordó al violinista en el tejado. Junto a este hay otro músico, vestido de contrabajo. Al lado un pintor.

El lado artístico de la derecha, contrasta con el lado militar y bélico de la izquierda. Hay un burro sentado en una silla, lo cual cae en el absurdo total. En el fondo casas. Más gente y una bandera judía que refuerza el legado hebreo del autor. Me sobra tiempo. Observo la imagen. Empiezo a abstraer los colores Morados, rojos y azules sobre todo. Algo de amarillo y verde. Todo sobre blanco y negro. Animales, gente. Comienzo a pensar en otras cosas. Cosas que me aquejan, que me preocupan. Pongo en balance la importancia de la imagen. ¿Que tanto valor tiene lo experimental en un mundo lleno de cosas tan reales y mundanas, tanto que duelen?

Marc Chagall fue un pintor francés de origen bielorruso. Fue uno de los más importantes artistas del surrealismo y en su trabajo se encuentran resonancias de fantasías y sueños. Se inspiró en las costumbres de la vida en Bielorrusia e interpretó muchos temas bíblicos, reflejando así su herencia judía. En los años treinta es cuando Chagall pinta su cuadro Revolución, toda una explosión de la iconografía chagalliana, de su mundo interior. Los motivos siguen siendo los mismos, sin embargo, aparecen cambiados. En él se entremezclan elementos ya típicos como enamorados sobre el tejado con hombres armados enarbolando una bandera roja y una imagen del todo llamativa: Lenin boca abajo apoyándose en un solo brazo sobre una mesa donde está sentado un anciano judío con la Thora. Este cuadro también sufrirá una transformación. Se convertirá en tres: Revolución, Resistencia y Liberación.