domingo, 11 de abril de 2010

Les Maîtres Fous



Les maîtres fous
Jean Rouch, FRA (1955)

Mentir para decir la verdad. Godard dice que el cine es 24 veces la verdad cada segundo. Después, De Palma dice que el cine es mentira 24 veces cada segundo. Como ya he comentado anteriormente, el documental debe de hacer uso de simulaciones o exageraciones, para poder develar más claramente la verdad que presenta. En el cine de Jean Rouch, la simulación es un factor importante para incomodar al espectador, pues es una de las finalidades de todo buen documental; así éste tomará conciencia de lo que está presenciando. De ésta manera, quedará fijo en su memoria lo que plantea el documental y posiblemente se involucrará activamente para resolver esa cuestión. Si no, mínimo le servirá para formarse un criterio y tomar una postura.

En Los Maestros Locos, aquí Rouch no miente ni simula. La diferencia es que aquí registra las reacciones de un grupo de sacerdotes e iniciados africanos al momento de realizar rituales de sacrificio. Creo que una cosa es recrear escenas para darle forma a un documental y otra diferente es el hecho de registrar, documentar algo que ya es simulado o exagerado per se. El lente de Rouch, en esta película en particular pienso que hace esto último. Los Maestros Locos cantan, gritan, beben sangre de perro; todo esto con ayuda de tomas que son tan hipnóticas, con una capacidad de meternos en trance, como el mismo rito. El punto de vista que maneja la cámara es el de una persona en medio de ese ritual, en verdad nos sumerge. Estos maestros pudieran incomodar a la conservadora sociedad occidental, no solo por sus increíbles rituales con gran valor antropológico, sino que también se burlan de sus símbolos coloniales, al darse títulos nobiliarios en medio de la ceremonia.

La estructura que maneja la cinta es muy eficaz, pues primero nos da un contexto de sus vidas diarias, el trabajo duro en aquellos lugares. Después vamos al ritual y finalmente regresamos de nuevo a su vida cotidiana. Hay una escena en particular que nos enseña los rostros alegres de los participantes a la ceremonia contrastados con las terroríficas caras que poseen durante la intervención. Sin embargo, la voz narradora, que hasta ese momento había actuado objetivamente, sorprende un poco al declarar que es extraño que estos hombres, tan normales que se ven haciendo sus labores cotidianas, no encuentren actos “no anormales” para practicar. Aquí me surge la pregunta si entonces el título es ofensivo, pues esto y esa última línea, siento que van un poco en contra de lo que expone el documental de manera tan imparcial. Tal vez los actos de estos rituales sean simulados, pero son más fuertes que lo verdadero.




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